sentir la Navidad

POEMAS PARA ALCANZAR LA NAVIDAD

ADVIENTO

LA NIÑA A QUIEN DIJO EL ÁNGEL

Félix Lope de Vega

La Niña a quien dijo el Ángel
que estaba de gracia llena,
cuando de ser de Dios madre
le trujo tan altas nuevas,

ya le mira en un pesebre,
llorando lágrimas tiernas,
que obligándose a ser hombre,
también se obliga a sus penas.

¿Qué tenéis, dulce Jesús?,
le dice la Niña bella;
¿tan presto sentís mis ojos
el dolor de mi pobreza?

Yo no tengo otros palacios
en que recibiros pueda,
sino mis brazos y pechos,
que os regalan y sustentan.

No puedo más, amor mío,
porque si yo más pudiera,
vos sabéis que vuestros cielos
envidiaran mi riqueza.

El niño recién nacido
no mueve la pura lengua,
aunque es la sabiduría
de su eterno Padre inmensa.

Mas revelándole al alma
de la Virgen la respuesta,
cubrió de sueño en sus brazos
blandamente sus estrellas.

Ella entonces desatando
la voz regalada y tierna,
así tuvo a su armonía
la de los cielos suspensa.


AL GOZO DE NUESTRA SEÑORA
CUANDO SE SUPO MADRE DE DIOS

Rafael Morales

Igual que la caricia, como el leve
temblor de vientecillo en la enramada,
como el brotar de un agua sosegada
o al fundirse de la nieve,
debió ser, tan dulce, tu sonrisa,
oh, Virgen Santa, Pura, Inmaculada,
al sentir en tu entraña la llegada
del Niño Dios como una tibia brisa.
Debió ser tu sonrisa tan gozosa,
tan tierna y tan feliz como es el ala
en el aire del alba perezosa,
igual que el río que hacia el mar resbala,
como el breve misterio de la rosa
que, como aroma, toda el alma exhala.


EN LA ANUNCIACIÓN

César Aller

Dicha no cabe más en tu albedrío,
María, Dulce Nombre, toda pura,
esclava que atrajiste tanta altura
que el Verbo se hizo Hombre, eterno río.

Dijiste sí a Gabriel tan encendida,
tras la luz deslumbrante del saludo,
que Cielo y Tierra atáronse en un nudo
para una salvación de paz vivida.

Tu palabra, María, fuera aquella
de verte que eras nada y Dios miraba
y te llenaba a ti, rosa y esclava,
el que es palabra y voz, lumbre y estrella.

Quién pudiera sentir tu turbación,
como quien pone en suerte fino oído,
y escuchar de ti misma aquel latido
que te llenó sin obra de varón.

Mas eso el Poderoso sólo sabe
y tú por humildad nos lo escondías.
Fueron voces secretas, y elegías
embarcarte con Dios en su alta nave.


LA VISITACIÓN DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL

Félix Lope de Vega

¿Dónde vais, zagala,
sola en el monte?
Mas quien lleva el sol
no teme la noche.

¿Dónde vais, María,
divina esposa,
madre graciosa
de quien os cría?
¿Qué haréis, si el día
se va al ocaso,
y en el monte acaso
la noche os coge?
Mas quien lleva el sol
no teme la noche.

El ver las estrellas
me causa enojos,
pero vuestros ojos
más lucen que ellas.
Ya sale con ellas
la noche oscura,
a vuestra hermosura
la luz se esconde.
Mas quien lleva el sol
no teme la noche.


LETRILLA DE LA VIRGEN MARÍA ESPERANDO LA NAVIDAD

Gerardo Diego

Cuando venga, ay, yo no sé
con qué le envolveré yo,
      con qué.


Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
       con qué.

Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré,
con qué le besaré yo,
       con qué.

Y ahora que me acordaba,
Ángel del Señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: «he aquí la esclava».
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
      con qué.

O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré,
que no se me rompa, no
      con qué.

LA VISITA

María Victoria Atencia

Así de natural: me recogí en mi rezo y un jarro de azucenas me retuvo en el sitio.
Y vino una paloma y una cinta de oro
me alcanzó desde ella y encendió mis sentidos.
Me oreó con su vuelo, y quedó todo el cuarto
suspenso en una paz que hizo crujir los quicios.


ANNUNZIATA

 María Victoria Atencia

Tu mensajero vino y me habló brevemente:
déjame una quietud que siga a su recado.
Descalza en los umbrales de la aurora me tienes:
recogeré mi pelo y dispondré mi cuarto.
(Por el otero asoma tu ternura impaciente.
Te conozco a su luz. Date prisa. Te aguardo.)


TRANCE

 María Victoria Atencia

¿Podré sobrellevar ese trance en silencio,
si me sé la elegida sobre generaciones
entre tanta princesa de la real estirpe?
Serán mi ajuar las castas oraciones de niña;
mis arras una vara florecida de nardo.
Ahora que sé el misterio y prosigo doncella
en tanto que en mi vientre se cumple su palabra,
escucho a mi Señor y mi Señor me escucha.


EL HUECO

 María Victoria Atencia

Un tierno roce fueron en mi pared sus pies
como el cándido intento de unas plumas torcaces,
y dio con su lugar y se vino a mis brazos.
No sabría explicarme, pero en el hueco antiguo
siento aún, de algún modo, el rescoldo del fuego
que encendieron a un tiempo Padre, Hijo y Espíritu.


CANDELARIA

María Victoria Atencia

En mis entrañas fueron sus pestañas caricia:
yo su valla, él mi hacienda, y era yo responsable
de su creciente espiga. (Del resto, mi Señor.)
¿Era aquello impureza? Para guardar las formas
me llegué hasta el altar y entregué dos pichones.
(No daban para más, mucho más, mis caudales.)


LA VISITACIÓN

Luis Ramoneda

Virgen–Madre del Hijo y de los hijos,
dichosa por alcores y por valles,
con premura de Amor que nadie aún sabe.
Guía andariega y del alba posada,
templo de nuestro Dios anonadado,
dichosa por alcores y por valles,
con premura de Amor que nadie aún sabe.

Tú en las quebradas y ásperos caminos,
Tú entrañable nidal de la Palabra,
brisa del mar que vuela a los collados:
¡Oh Madre del Amor desconocido!
(soñábamos con pompas imperiales,
y Tú en silente soledad corrías
como esclava de Dios y de los hombres.)

Esperándote hay nieve en los almendros
y violetas que adornan los veriles;
te aplauden las mimosas estrelladas,
despliega sus aromas el espliego
y alegra la retama los barrancos:
por ti, ya abril muy pronto ha madrugado,
que en premio el Padre–Dios así lo quiso.

El coro de la mies en los umbrales,
dintel de tus pisadas ruiseñores;
y olivos cenicientos que presagian
aquel lejano huerto de dolores:
Virgen–Madre del Hijo y de los hijos,
sagrario de la Luz en los eriales,
con premura de Amor que nadie aún sabe.

Espadaña del gozo y del consuelo,
hollaste con fatiga los caminos.
Ante el Hijo abogada de los hijos,
besaste tolvaneras de pesares:
doncella venturosa, enamorada,
sanaste las heridas de los siglos,
con premura de Amor que nadie aún sabe.


EL NOMBRE DE JESÚS

Félix Lope de Vega

¡Alegría, zagalas,
valles y montes,
que el zagal de María
ya tiene nombre!

Corred, arroyuelos,
cándida leche;
los corderos retocen,
canten las fuentes

y las aves alegren
con sus canciones.
¡Qué el zagal del María
ya tiene nombre!

SAN GABRIEL

Federico García Lorca

Un bello niño de junco,
anchos hombros, fino talle,
piel de nocturna manzana,
boca triste y ojos grandes,
nervio de plata caliente,
ronda la desierta calle.
Sus zapatos de charol
rompen las dalias del aire
con los dos ritmos que cantan
breves lutos celestiales.
En la ribera del mar
no hay palma que se le iguale,
ni emperador coronado
ni lucero caminante.
Cuando la cabeza inclina
sobre su pecho de jaspe,
la noche busca llanuras
porque quiere arrodillarse.
Las guitarras suenan solas
para San Gabriel Arcángel,
domador de palomillas
y enemigo de los sauces.
– San Gabriel: el niño llora
en el vientre de su madre.
No olvides que los gitanos
te regalaron el traje.

Anunciación de los Reyes,
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía.
El Arcángel San Gabriel,
entre azucena y sonrisa,
biznieto de la Giralda,
se acercaba de visita.
En su chaleco bordado
grillos ocultos palpitan.
Las estrellas de la noche
se volvieron campanillas.
– San Gabriel: aquí me tienes
con tres clavos de alegría.
Tu fulgor abre jazmines
sobre mi cara encendida.
– Dios te salve, Anunciación.
Morena de maravilla.
Tendrás un niño más bello
que los tallos de la brisa.
– ¡Ay San Gabriel de mis ojos!
¡Gabrielillo de mi vida!
Para sentarte yo sueño
un sillón de clavelinas.
– Dios te salve, Anunciación,
bien lunada y mal vestida.
Tu niño tendrá en el pecho
un lunar y tres heridas.
– ¡Ay San Gabriel que reluces!
¡Gabrielillo de mi vida!
En el fondo de mis pechos
ya nace la leche tibia.
– Dios te salve, Anunciación,
Madre de cien dinastías.
Áridos lucen tus ojos
paisajes de caballista.

El niño canta en el seno
de Anunciación sorprendida.
Tres balas de almendra verde
tiemblan en su vocecita.

Ya San Gabriel en el aire
por una escala subía.
Las estrellas de la noche
se volvieron siemprevivas.


SENTADA EN SILLA BAJA

Pedro Antonio Urbina

Sentada en silla baja, de enea,
tu perfil es moneda, sobre el ladrillo rojo.
Sencilla como línea; como cisterna, honda;
callada como noche, en la alta montaña.

Al levantar tu mano, de cálido alabastro
clarea, traspasada de luz;
es purísimo hilo, y son rayos de sol
lo que en la tela prendes:
la labor de ganchilo acabada.

Se ha prendido el Amor, en tu pañuelo blanco,
le llamaste con él:
y apresura al invierno, está inquieto el Eterno
por gozar tus caricias.

Cuando el Niño babee,
cuando seques el llanto, del encarnado Verbo
será con tu pañuelo, de labor de ganchillo.

Pañuelo de ganchillo, que recoge las perlas
de la espléndida frente del Hombre,
mientras está curvado, sobre la larga mesa
cepillando el tablón de madera…

Pañizuelo de Madre, los bordes de marfil
que el tiempo amarillea;
hoy el calor se ha ido, toda la luz se apaga.
Pañuelo del mar de las lágrimas
–muerto el Hijo en tus brazos–,
se engarza de rubíes, con Sangre de tu entraña.


NAVIDAD

Jorge Guillén

Alegría de nieve
por los caminos.
¡Alegría!
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.

Miserables los hombres,
dura la tierra.
Cuanto más nieve cae
más cielo cerca.

¡Tú nos salvas,
criatura
soberana!

Aquí está luciendo
más rosa que blanca.
Los hoyuelos ríen
con risas calladas.

Frescor y primor
lucen para siempre
como en una rosa
que fuera celeste.

Y sin más callar,
grosezuelas risas
tienden hacia todos
una rosa viva.

¡Tú nos salvas,
criatura
soberana!

¡Qué encarnada la carne
recién nacida,
con qué apresuramiento
de simpatía!

Alegría de nieve
por los caminos.
¡Alegría!
Todo espera la gracia
del Bien Nacido


JESÚS, EL DULCE, VIENE…

Juan Ramón Jiménez

Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…

¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!


COMIENZO DE LOS MISTERIOS DEL NACIMIENTO

NUNCA LLEGAN AL PORTAL

Víctor Manuel Arbeloa

Nunca llegan al portal
las figuras del belén.
Los pastores se han quedado
sin las piernas por correr.
No encuentran los Reyes Magos
la estrellita de papel.
Los camellos en el musgo
ya no se pueden mover.
El río de plata sigue
desembocando al revés.
La lavandera del lago
nunca acaba de tender.
Herodes hoy ha encendido
las mismas luces de ayer.
En las montañas la nieve
no se puede deshacer.
La Virgen está esperando
y esperando San José
La comadrona no llega
y ya empieza a anochecer.
El pastor tampoco viene
con la hierba para el buey.
Los hombres no llegan nunca
a la cueva de Belén.
La Virgen está esperando
y el Niño Jesús también.

EN TODO NACIMIENTO

Dámaso Alonso

En todo nacimiento repican campanas de Navidad.
Y muchos padres
descubren, en las palpitaciones
del corazón de su hijo, enamorados latidos
del Corazón de Dios…
¡Cuán cerca todavía
de las manos de Dios!
¿Sentís su aliento
rugir entre los cedros
del Levante?
¿Hay en vuestras pupilas
rabos de oro,
vedijitas, aún incandescentes,
de la gran lumbrarada
creadora?


JOSÉ Y MARÍA BUSCAN ALOJAMIENTO Y ENTRAN EN EL PORTAL

EL NACIMIENTO

Romancero

Caminan para Belén
San José y Santa María;
la Virgen andaba en parto
y caminar no podía:
sentáronse a descansar
al par de una fuente fría.
–Dame la mano, José.
Arriba, Santa María,
que hemos llegar a Belén
entre la noche y el día–.
Cuando a Belén allegaron
era noche atapecida:
hallaron las puertas cerradas,
portero non parecía,
si no era un muchachuelo
que de la fuente venía.
–Abre las puertas, portero,
por Dios y por vida mía.
–Yo no abro puertas a nadie
hasta que Dios trae el día–.
Abriose una puerta grande,
donde el ganado comía.
Allá por la media noche,
la Virgen parir quería,
y parió un hijo varón,
que Jesucristo decía.
El ganado alienda alienda,
la mula se lo esparcía.
Maldición te dejo, mula,
que no paras cosa viva.


¿QUIÉN HA ENTRADO EN EL PORTAL?

Gerardo Diego

¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén?
¿Quién ha entrado por la puerta?
¿quién ha entrado, quién?

La noche, el frío, la escarcha
y la espada de una estrella.
Un varón -vara florida-
y una doncella.

¿Quién ha entrado en el portal
por el techo abierto y roto?
¿Quién ha entrado que así suena
celeste alboroto?

Una escala de oro y música,
sostenidos y bemoles
y ángeles con panderetas
dorremifasoles.

¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén,
no por la puerta y el techo
ni el aire del aire, quién?

Flor sobre impacto capullo,
rocío sobre la flor.
Nadie sabe cómo vino
mi Niño, mi amor.

EL BLANCO ALHELÍ

Rafael Alberti

NAVIDAD

                1

¡Muchachas, las panderetas!
De abajo yo, por las cuestas,
cantando, hacia el barrio alto.

La Virgen María
llorando, arrecida,
hacia el barrio bajo.

¡Las panderetas, muchachas!

                2

– Un portal.
– No lo tenemos.
– Por una noche…
– ¿Quién eres?
– La Virgen.
– ¿La Virgen tú,
tan cubiertita de nieve?
– Sí.

                3

La mejor casa, Señora,
la mejor,
si sois la Madre de Dios.

Que tenga la mejor cama,
Señora,
la mejor,
si sois la Madre de Dios.

¡Abran los portales, abran!
Pronto,
por favor,
que está la Madre de Dios!

                4

¡Sin dinero, Buen Amor!
¡Y tu padre carpintero!
¿Cómo vivir sin dinero?

– ¡Vendedor,
que se muere mi alba en flor!

¡Sin pañales mi lucero!
¡Y sin manta abrigadora,
temblando tú, Buen Amor!

– ¡Vendedora,
que se muere mi alba en flor!

                5

AL Y DEL

En un carrito, tirado
por una mula, al mercado,
San José.

– ¡Arre, mula, eh!

En un carrito, sembrado
de verduras, del mercado,
San José.

– ¡Vuela, mula, eh!

                6

EL ÁNGEL CONFITERO

De la gloria, volandero,
baja el ángel confitero.

– ¡Para ti, Virgen María,
y para ti, Carpintero,
toda la confitería!

– ¿Y para mí?
– Para ti,
granitos de ajonjolí.

A la gloria, volandero,
sube el ángel confitero.

                7

LA HORTELANA DEL MAR

Descalza, desnuda y muerta,
vengo yo de tanto andar.
¡Soy la hortelana del mar!

Dejé, mi Niño, mi huerta,
para venirte a cantar:

¡Soy la hortelana del mar…
y, mírame, vengo muerta!

                8

EL CAZADOR Y EL LEÑADOR

– Y di, ¿qué me traes a mí?

– Un ánsar del río
te traigo yo a ti.
– ¿Y qué eres tú, di?

– Cazador.
– Gracias, cazador.

– Y tú, ¿qué me traes a mí?

– Fuego para el frío
te traigo yo a ti.

– ¿Y qué eres tú, di?

– Leñador.
– Gracias, leñador.

                9

EL PLATERO

– A la Virgen, un collar,
y al Niño Dios un anillo.

– Platerillo,
no te los podré pagar.

– ¡Si yo no quiero dinero!

– ¿Y entonces qué?, di.
– Besar
al Niño es lo que yo quiero.

– Besa, sí.

10

EL PESCADOR

Toda la noche pescando
y todo el día remando,
para encontrarte llorando.

No llores tú, Niño mío,
que estos luceros de río,
verdes, te irán consolando.

                11

EL ZAPATERO

Zapatitos de esmeralda,
con hebillas de platino.

– ¡Deja esa cuna de avena
y esa almohada de trigo!

Zapatitos de esmeralda,
con lazadas de oro fino.

– ¡Déjala, Amor, y, calzados
tus pies, al cielo conmigo!

Zapatitos de esmeralda,
con hebillas de platino.

        

        12

EL SOMBRERERO

– Para las nieves de enero…
– ¿Qué para las nieves, di?
– Un sombrero.
– ¿Y quién me lo ofrece a mí?
– ¡Quién va a ser! ¡El sombrerero!

                13

LOS TRES NOES

Primer no

– Pastor que vas con tus cabras
cantando por los caminos,
¿quieres darme una cabrita
para que juegue mi niño?

– Muy contento se la diera,
si el dueño de mi ganado,
Señora, lo permitiera.

Segundo no

– Aceitunero que estás
vareando los olivos,
¿me das tres aceitunitas
para que juegue mi niño?

– Muy contento se las diera,
si el dueño del olivar,
Señora, lo permitiera.

Tercer no

– Ventero amigo que estás
sentado en tu ventorrillo,
¿quieres darme una cunita
para que duerma mi niño?

– Muy contento se la diera,
si hubiese sitio y el ama,
Señora, lo permitiera.

                14

VÍSPERA DE LA HUIDA A EGIPTO

– La albarda mejor de todas
las tuyas, albardonero.

– Carpintero,
¿para qué?

– Mañana te lo diré.
Voy muy lejos…

– La mejor mula de todas
las tuyas, mi buen mulero.

– Carpintero,
¿para qué?

– Mañana te lo diré.
Voy muy lejos…

LA FE DEL CIEGO

Romancero

Camina la Virgen pura,
camina para Belén,
con un niño entre los brazos
que es un cielo de lo ver:
en el medio del camino
pidió el niño de beber.
–No pidas agua, mi niño,
no pidas agua, mi bien;
que los ríos corren turbios
y los arroyos también,
y las fuentes manan sangre
que no se puede beber.
Allá arriba en aquel alto
hay un dulce naranjel,
cargadito de naranjas
que otra no puede tener.
Es un ciego el que las guarda,
ciego que no puede ver.
–Dame, ciego, una naranja
para el Niño entretener.
–Cójalas usted, Señor,
las que faga menester;
coja d’aquellas más grandes,
deje las chicas crecer–.
Cogiéralas d’una en una,
salieran de cien en cien;
al bajar del naranjero,
el ciego comenzó a ver.
–¿Quién sería esa Señora
que me fizo tanto bien?–.
Érase la Virgen Santa
que camina hacia Belén.


NACIMIENTO

NACER EL SOL DE UNA ESTRELLA

 Pedro de Padilla

Nacer el sol de una estrella
sólo se vio en este día,
que nace Dios de María,
quedando madre y doncella.

En la Virgen con tal arte
usó Dios de su primor,
que lo más en lo menor,
y el todo encerró en la parte,
y grandeza como aquella
hoy muestra lo que encubría,
y nace Dios de María,
quedando madre y doncella.

Que el sol de justicia salga
donde le podamos ver,
y que sola una mujer
a tan gran efecto valga;
extrañeza como ella
hoy sólo ver se podía
que nace Dios de María,
quedando madre y doncella.

Sólo desta Virgen pura
esto se puede esperar,
que por humilde alcanzar
mereció tan gran ventura.
Llegad con su Hijo a vella,
y allí veréis, alma mía,
que nace Dios de María,
quedando madre y doncella.


NACIMIENTO DE CRISTO, EN QUE SE DISCURRIÓ LA ABEJA

Sor Juana Inés de la Cruz

De la más fragante Rosa
nació la Abeja más bella,
a quien el limpio rocío
dio purísima materia.

Nace, pues, y apenas nace,
cuando en la misma moneda,
lo que en perlas recibió,
empieza a pagar en perlas.

Que llore el Alba, no es mucho,
que es costumbre en su belleza;
mas quién hay que no se admire
de que el Sol lágrimas vierta?

Si es por fecundar la Rosa,
es ociosa diligencia,
pues no es menester rocío
después de nacer la Abeja;

y más, cuando en la clausura
de su virginal pureza,
ni antecedente haber pudo
ni puede haber quien suceda.

Pues a ¿qué fin es el llanto
que dulcemente le riega?
Quien no puede dar más Fruto,
¿qué importa que estéril sea?

Mas ¡ay! que la Abeja tiene
tan íntima dependencia
siempre con la Rosa, que
depende su vida de ella;

pues dándole el néctar puro
que sus fragancias engendran,
no sólo antes la concibe,
pero después la alimenta.

Hijo y madre, en tan divinas
peregrinas competencias,
ninguno queda deudor
y ambos obligados quedan.

La Abeja paga el rocío
de que la Rosa la engendra,
y ella vuelve a retornarle
con lo mismo que la alienta.

Ayudando el uno al otro
con mutua correspondencia,
la Abeja a la Flor fecunda,
y ella a la Abeja sustenta.

Pues si por eso es el llanto,
llore Jesús, norabuena,
que lo que expende en rocío
cobrará después en néctar.

AL NACIMIENTO DE CRISTO

Félix Lope de Vega

Repastaban sus ganados
a las espaldas de un monte
de la torre de Belén
los soñolientos pastores,

alrededor de los troncos
de unos encendidos robles,
que, restallando a los aires,
daban claridad al bosque.

En los nudosos rediles
las ovejuelas se encogen,
la escarcha en la hierba helada
beben pensando que comen.

No lejos los lobos fieros,
con los aullidos feroces,
desafían los mastines,
que adonde suenan, responden.

Cuando las oscuras nubes,
de sol coronado, rompe
un Capitán celestial
de sus ejércitos nobles,

atónitos se derriban
de sí mismos los pastores,
y por la lumbre las manos
sobre los ojos se ponen.

Los perros alzan las frentes,
y las ovejuelas corren
unas por otras turbadas
con balidos desconformes.

Cuando el nuncio soberano
las plumas de oro escoge,
y enamorando los aires,
les dice tales razones:

«Gloria a Dios en las alturas,
paz en la tierra a los hombres,
Dios ha nacido en Belén
en esta dichosa noche.

»Nació de una pura Virgen;
buscadle, pues sabéis donde,
que en sus brazos le hallaréis
envuelto en mantillas pobres».

Dijo, y las celestes aves
en un aplauso conformes
acompañando su vuelo
dieron al aire colores.

Los pastores, convocando
con dulces y alegres voces
toda la sierra, derriban
palmas y laureles nobles.

Ramos en las manos llevan,
y coronados de flores,
por la nieve forman sendas
cantando alegres canciones.

Llegan al portal dichoso
y aunque juntos le coronen
racimos de serafines,
quieren que laurel le adorne.

La pura y hermosa Virgen
hallan diciéndole amores
al niño recién nacido,
que Hombre y Dios tiene por nombre.

El santo viejo los lleva
adonde los pies le adoren,
que por las cortas mantillas
los mostraba el Niño entonces.

Todos lloran de placer,
pero ¿qué mucho que lloren
lágrimas de gloria y pena,
si llora el Sol por dos soles?

El santo Niño los mira,
y para que se enamoren,
se ríe en medio del llanto,
y ellos le ofrecen sus dones.

Alma, ofrecedle los vuestros,
y porque el Niño los tome,
sabed que se envuelve bien
en telas de corazones.

CANTIGA

Gil Vicente

Blanca sois y colorida.
¡Virgen Santa!

En Belén, lugar de amor,
de una rosa nació flor.
¡Virgen Santa!

En Belén, de amor lugar,
nació rosa de un rosal.
¡Virgen Santa!

De la rosa nació flor.
Jesús, Nuestro Salvador
¡Virgen Santa!

Nació rosa del rosal,
Dios y hombre natural.
¡Virgen Santa!


ROMANCE DEL NACIMIENTO

San Juan de la Cruz

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía,

abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en su pesebre ponía,

entre unos animales
que a la sazón allí había,
los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,

festejando el desposorio
que entre tales dos había,
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,

que eran joyas que la esposa
al desposorio traía,
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.


EN EL NACIMIENTO DEL SALVADOR (EL HENO)

Luis de Góngora

Caído se le ha un clavel
hoya la Aurora del seno.
¡Qué glorioso que está el heno,
porque ha caídosobre él!

Cuando el silencio tenía
todas las cosas del suelo
y coronas de hielo
reinaba la noche fría,
en medio la monarquía
de tinieblas tan cruel,
caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno.
¡Qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!

De un solo clavel ceñida
la Virgen, aurora bella,
al mundo se le dio, y ella
quedó cual antes, florida:
a la púrpura acida
sólo fue el heno fiel.
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno.
¡Qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!

El heno, pues, quefue lino,
a pesar de tantas nieves,
de ver en sus brazos leves
este Rosicler divino,
para su lecho fue lino,
oro para su dosel.
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno.
¡Qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!


EL NIÑO JESÚS

VILLANCICO DE LAS MANOS VACÍAS

José María Pemán

Yo tenía
tanta rosa de alegría,
tanto lirio de ilusión,
que entre mano y corazón
el Niño no me cabía…

Dejé las rosas primero.
Con una mano vacía
–noche clara y alba fría–
me eché a andar por el sendero.

Dejé los lirios después.
Libre de mentiras bellas,
me eché a andar entre estrellas
con sangre y nieve en los pies.

Y sin aquella alegría,
pero con otra ilusión,
llena la mano y vacía,
cómo Jesús me cabía
–¡y cómo me sonreía!–
entre mano y corazón.


CANCIÓN AL NIÑO JESÚS

Gerardo Diego

Si la palmera pudiera
volverse tan niña, niña,
como cuando era una niña
con cintura de pulsera,
para que el Niño la viera…

Si la palmera tuviera
las patas de borriquillo,
las alas de Gabrielillo,
para cuando el Niño quisiera
correr, volar a su vera…

Si la palmera supiera
que sus palmas, algún día…
Si la palmera supiera
por qué la Virgen María
la mira… Si ella supiera…

Si la palmera pudiera…
la palmera…


HABLAN LOS PASTORES

Gloria Fuertes

(Villancico)

¡Ya está bien, que se va a helar!
Tanto adorar al Chaval
y nadie tiene reaños
de darle sus propios paños,
sus sayas o su morral.
Tanta mirra y tanto incienso,
y Él desnudito en el pienso
-pienso que nadie le quiere-.
Su tiritera me hiere,
en esta noche tan bruta.
¡Muchachos, traed viruta,
vamos a hacer una hoguera,
antes de que se nos muera
de frío la Salvación!

Juntad todas las banderas
y haced una colcha loca,
porque Dios está en pelota
desde que vino al Portal.


CONTEMPLACIÓN DE MARÍA (III Y IV)

Ernestina de Champourcín

III

Todo el silencio del mundo
se concentra en el establo.
Callan los que están dentro,
calla el que llega cantando,
callan suspiros y risas.

El Niño mira callando
con sus ojos de luz tierna
a quien viene a contemplarlo.
Un aire nuevo, cernido,
agita suave los mantos
de María y de José.
Estamos en ningún lado,
en el alba de la tierra.

Amanecer rosa y blanco
del principio de la Vida.
Todo calla en el establo.

El borrico de la noria
se ha escapado hasta el portal
porque hoy el agua ya brota
de otro pozo. Volverá
sin duda alguna mañana
bajo el yugo y el ronzal
a trabajar nuevamente
lleno de gozo y de paz.

Borrico del Nacimiento
que fuiste ahora a buscar
un agua que es para siempre:
tus ojos reflejarán
asombrados y sumisos
un sueño que es realidad.

IV 

Junto al establo hay un pino
todo cubierto de escarcha.
¿Qué haces ahí, centinela
–alfil de nieve cuajada–,
en esta noche en que el fuego
baja a la tierra y la abrasa?

Avienta lejos el frío
que te entumece las ramas.
Enciéndete en esa hoguera
que brota desde la paja.

Aprende a ser leña viva
que se entrega y se desangra
en la noche que ya anuncia
los despertares del alba.

CANCIÓN PARA CALLAR AL NIÑO

Gómez Manrique

Callad vos, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito.

Ángeles del cielo,
venid dar consuelo
a este moçuelo,
Jesús tan bonito.

Éste fue reparo,
aunque él costó caro,
de aquel pueblo amaro
cautivo en Egito.

Este santo dino,
niño tan benino,
por redimir vino
el linaje aflito.

Cantemos gozosas,
hermanas graciosas,
pues somos esposas
del Jesús bendito.


EL NIÑO SOMALÍ
(DEDICADO A LOS MAYORES)

Gloria Fuertes

Hoy tengo la gripe,
pero no me duele la espalda.
Hoy solo me duele la mirada
de ese niño somalí.
Es un niño que no tiene nada.
Niño sin juguetes, sin comida,
sin agua.
Estuve allí,
y le dije al niño somalí:
-Te traigo unos cuentos.
Y el niño me dijo con la mirada:
-Yo no estoy para cuentos
ni para nada.

Hoy yo tampoco estoy para versos
porque me duele la mirada
de ese niño de Somalia.

Es un niño que solo tiene moscas
en los ojos y en los labios secos.
(Son de esas moscas
que solo pican a los muertos).


VILLANCICO DEL RIFADOR

Gerardo Diego

¿Cuánto me dan por la estrella y la luna?
¿Cuánto me dan por el Niño y la cuna?

Este es un Niño sin padre ni abuelo,
este es un Niño nevado del cielo.

¿Cuánto me dan, que lo vendo barato
cuánto me dan, que lo doy sin contrato?

Este es el Niño que mamaba ahora.
Ríe despierto y en durmiendo llora.

Casi de balde la flor del mercado.
¿Cuánto me dan, que lo doy regalado?

Este es el Niño verano en invierno.
Este es el Niño que aniña lo eterno.

¿Cuánto me dan, que lo doy sin subasta.
¿Cuánto me dan por la fruta en canasta?

Este es el Niño que viene a dar guerra,
Viene a dar paz por amor de la tierra.

¿Cuánto me dan? Por moneda no quede.
Una lágrima sola que tiemble y que ruede.

Este es el Niño de la rifa loca
que todos le juegan y a todos les toca.

¿Cuánto me dan por la buena fortuna?
¿Cuánto me dan por el Niño y la luna?

PUES ANDÁIS EN LAS PALMAS

Félix Lope de Vega

Pues andáis en las palmas,
ángeles santos,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.
Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto:
no le hagáis ruido,
corred más paso,
que se duerme mi Niño,
tened los ramos.
El Niño divino
que está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso,
sosegar quiere un poco
del tierno llanto.
Que se duerme mi niño,
tened los ramos.
Rigurosos hielos
le están cercando;
ya veis que no tengo
con qué guardarlo.
Ángeles divinos
que vais volando,
que se duerme mi Niño,
tened los ramos.


CANCIÓN SACRA

Félix Lope de Vega

Mañanicas floridas
del frío invierno,
recordad a mi Niño
que duerme al hielo.

Mañanas dichosas
del frío diciembre,
aunque el cielo os siembre
de flores y rosas,
pues sois rigurosas,
y Dios es tierno…

Recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.


YO VENGO DE VER

Félix Lope de Vega

Yo vengo de ver, Antón,
un niño en pobrezas tales,
que le di para pañales
las telas del corazón


LAS PAJAS DEL PESEBRE

Félix Lope de Vega

Las pajas del pesebre
niño de Belén
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Lloráis entre pajas,
del frío que tenéis,
hermoso niño mío,
y del calor también.
Dormid, Cordero santo;
mi vida, no lloréis;
que si os escucha el lobo,
vendrá por vos, mi bien.
Dormid entre pajas
que, aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven,
serán mañana espinas
en corona cruel.
Mas no quiero deciros,
aunque vos lo sabéis,
palabras de pesar
en días de placer;
que aunque tan grandes deudas
en pajas las cobréis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Dejad en tierno llanto,
divino Emmanüel;
que perlas entre pajas
se pierden sin por qué.
No piense vuestra Madre
que ya Jerusalén
previente sus dolores
y llora con José;
que aunque pajas no sean
corona para rey,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.




LLEGAN LOS PASTORES

PASTORES Y PASTORAS

Amado Nervo

Pastores y pastoras,
abierto está el edén.
¿No oís voces sonoras?
Jesús nació en Belén.

La luz del cielo baja,
el Cristo nació ya,
y en un nido de paja
cual pajarillo está.

El niño está friolento.
¡Oh noble buey,
arropa con tu aliento
al Niño Rey!

Los cantos y los vuelos
invaden la extensión,
y están de fiesta cielos
y tierra… y corazón.

Resuenan voces puras
que cantan en tropel:
Hosanna en las alturas
al Justo de Israel!

¡Pastores, en bandada
venid, venid,
a ver la anunciada
Flor de David!…

ZAGALEJO DE PERLAS

Félix Lope de Vega

Zagalejo de perlas,
hijo del Alba,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?

Como sois lucero
del alma mía,
al traer el día
nacéis primero;
pastor y cordero
sin choza y lana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?

Perlas en los ojos,
risa en la boca,
las almas provoca
a placer y enojos;
cabellitos rojos,
boca de grana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?

Que tenéis que hacer,
pastorcito santo,
madrugando tanto
lo dais a entender;
aunque vais a ver
disfrazado el alma,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana.

MISTERIO GOZOSO (2)

Carmelo Guillén Acosta

Mas qué le podré llevar
a ese Niño soberano
que, por ser Dios, tiene a mano
todo lo que quiere y más.

¡No me voy a presentar
sin nada en ninguna mano,
como un simple publicano
en el Portal!

Aunque si voy de mendigo,
sin ni siquiera un abrigo,
seguro que me dará
el cariño que me pide
para que nunca me olvide
de darle lo que me da.


DE CÓMO ESTABA LA LUZ…

Luis Rosales

El sueño como un pájaro crecía
de luz a luz borrando la mirada;
tranquila y por los ángeles llevada,
la nieve entre las alas descendía.

El cielo deshojaba su alegría,
mira la luz el niño, ensimismada,
con la tímida sangre desatada
del corazón, la Virgen sonreía.

Cuando ven los pastores su ventura,
ya era un dosel el vuelo innumerable
sobre el testuz del toro soñoliento;

y perdieron sus ojos la hermosura,
sintiendo, entre lo cierto y lo inefable,
la luz del corazón sin movimiento.


LA VIRGEN MADRE MARÍA

DE CUÁN GRACIOSA Y APACIBLE ERA LA BELLEZA DE LA VIRGEN

Luis Rosales

¡Morena por el sol de la alegría,
mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa;
inmaculada Tú, Virgen María!.

¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa,
junta tus manos en el alba fría?

¿Qué viento turba el momento y lo conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar, antiguo y bueno.

La Virgen, a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada
canta al Señor, que llora sobre el heno.


 MUY GRACIOSA ES LA DONCELLA

 Gil Vicente

 Muy graciosa es la doncella:
Digas tú el marinero,
que en las naves vivías,
si la nave o la vela o la estrella
es tan bella.

Digas tú, el caballero,
que las armas vestías,
si el caballo o las armas o la guerra
es tan bella.

Digas tú, el pastorcico,
que el ganadico guardas,
si el ganado o los valles o la sierra
es tan bella.


SI EL INSTRUMENTO DE MIS LABIOS TEMPLO

Pedro Calderón de la Barca

Si el instrumento de mis labios templo
para cantaros, Virgen especiosa,
obra de Dios tan única y dichosa,
que sola Vos de Vos sois vivo ejemplo,

enmudece la voz porque os contemplo
la Madre de Dios Hijo, la Hija hermosa
del Padre, del Espíritu la esposa
y de los tres sagrario, claustro y templo.

Toda la Trinidad os perfecciona,
tanto que si en los tres caber pudiera
persona cuarta, universal persona,

vuestra deidad cuarta persona fuera;
mas si no os pudo hacer cuarta persona,
después de Dios os hizo la primera.


 TRASUNTO DE CRISTAL

 Juan Ramón Jiménez

¡Trasunto de cristal,
bello como un esmalte de ataujía!
Desde la galería
esbelta, se veía
el jardín. Y María
virgen, tímida, plena
de gracia, igual que una azucena,
se doblaba al anuncio celestial.
Un vivo pajarillo
volaba en una rosa.
El alba era primorosa.
Y, cual la luna matinal,
se perdía en el sol nuevo y sencillo,
el ala de Gabriel, blanco y triunfal.
¡Memoria de cristal!

ODA A LA VIRGEN

Fray Luis de León

Virgen, que el sol más pura,
gloria de los mortales, luz del cielo,
en quien la piedad es cual la alteza:
los ojos vuelve al suelo
y mira un miserable en cárcel dura,
cercado de tinieblas y tristeza.
Y si mayor bajeza
no conoce, ni igual, juicio humano,
que el estado en que estoy por culpa ajena,
con poderosa mano
quiebra, Reina del cielo, esta cadena.

Virgen, en cuyo seno
halló la deidad digno reposo,
do fue el rigor en dulce amor trocado:
si blando al riguroso
volviste, bien podrás volver sereno
un corazón de nubes rodeado.
Descubre el deseado
rostro, que admira el cielo, el suelo adora:
las nubes huirán, lucirá el día;
tu luz, alta Señora,
venza esta ciega y triste noche mía.

Virgen y madre junto,
de tu Hacedor dichosa engendradora,
a cuyos pechos floreció la vida:
mira cómo empeora
y crece mí dolor más cada punto;
el odio cunde, la amistad se olvida;
si no es de ti valida
la justicia y verdad, que tú engendraste,
¿adónde hallará seguro amparo?
Y pues madre eres, baste
para contigo el ver mi desamparo.

Virgen, del sol vestida,
de luces eternales coronada,
que huellas con divinos pies la Luna;
envidia emponzoñada,
engaño agudo, lengua fementida,
odio cruel, poder sin ley ninguna,
me hacen guerra a una;
pues, contra un tal ejército maldito,
¿cuál pobre y desarmado será parte,
si tu nombre bendito,
María, no se muestra por mi parte?

Virgen, por quien vencida
llora su perdición la sierpe fiera,
su daño eterno, su burlado intento;
miran de la ribera
seguras muchas gentes mi caída,
el agua violenta, el flaco aliento:
los unos con contento,
los otros con espanto; el más piadoso
con lástima la inútil voz fatiga;
yo, puesto en ti el lloroso
rostro, cortando voy onda enemiga.

Virgen, del Padre Esposa,
dulce Madre del Hijo, templo santo
del inmortal Amor, del hombre escudo:
no veo sino espanto;
si miro la morada, es peligrosa;
si la salida, incierta; el favor mudo,
el enemigo crudo,
desnuda, la verdad, muy proveída
de armas y valedores la mentira.
La miserable vida,
sólo cuando me vuelvo a ti, respira.

Virgen, que al alto ruego
no más humilde sí diste que honesto,
en quien los cielos contemplar desean;
como terrero puesto-
los brazos presos, de los ojos ciego-
a cien flechas estoy que me rodean,
que en herirme se emplean;
siento el dolor, mas no veo la mano;
ni me es dado el huir ni el escudarme.
Quiera tu soberano
Hijo, Madre de amor, por ti librarme.

Virgen, lucero amado,
en mar tempestuoso clara guía,
a cuyo santo rayo calla el viento;
mil olas a porfía
hunden en el abismo un desarmado
leño de vela y remo, que sin tiento
el húmedo elemento
corre; la noche carga, el aire truena;
ya por el cielo va, ya el suelo toca;
gime la rota antena;
socorre, antes que emviste en dura roca.

Virgen, no enficionada
de la común mancilla y mal primero,
que al humano linaje contamina;
bien sabes que en ti espero
desde mi tierna edad; y, si malvada
fuerza que me venció ha hecho indina
de tu guarda divina
mi vida pecadora, tu clemencia
tanto mostrará más su bien crecido,
cuanto es más la dolencia,
y yo merezco menos ser valido.

Virgen, el dolor fiero
añuda ya la lengua, y no consiente
que publique la voz cuanto desea;
mas oye tú al doliente
ánimo, que contigo a ti vocea.

VILLANCICO

Juan del Encina

A quién debo yo llamar;
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Todos te deben servir,
Virgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por nos
y tú nos haces vivir;
nunca me verán decir,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Duélete, Virgen de mí,
mira bien nuestro dolor
que este mundo pecador
no puede vivir sin ti;
no llamo desque nací:
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Tanta fue tu perfección
y de tanto merecer
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención;
no hay otra consolación.
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

El tesoro divinal
en tu vientre se encerró
tan precioso que libró
todo el linaje humanal;
a quién quejaré mi mal,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

Tú sanaste nuestra fe
con el sello de la cruz,
tú pariste nuestra luz,
Dios de ti nacido fue;
nunca jamás llamaré,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.

De clara virginidad
fuente de toda virtud,
no ceses de dar salud
a toda la cristiandad;
no pedimos piedad,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.


VOS, GLORIOSA MADRE

Bartolomé Leonardo de Argensola

Vos, gloriosa Madre,
que le dais el pecho,
recogednos las perlas
que vierte gimiendo;
que por ser de sus ojos
no tienen precio.

Cuanto sus ojos miraren,
veremos fértil y lleno,
la tierra de alegres frutos,
de serenidad de cielo.

Cesará el rigor del rayo
y la amenaza del trueno;
pondrá a los pies de la paz
la venganza sus trofeos.

Obrad, lágrimas suaves,
nuestro general remedio,
y salgan de suspensión
la esperanza y el deseo.

Vos, gloriosa Madre,
que le dais el pecho,
recogednos las perlas
que vierte gimiendo;
que por ser de sus ojos
no tienen precio.

Niño divino y humano,
pues venís para volvernos
a la gracia, que al principio
nos quitó el primer exceso,

comience a esparcir sus glorias
la unión de los dos extremos;
porque el ocio y el amor
no caben en un sujeto.

En vuestras lágrimas hierve
la calidad del afecto;
haced que el orbe se abrase
en tan amoroso incendio.

Vos, gloriosa Madre,
que le dais el pecho,
recogednos las perlas
que vierte gimiendo;
que por ser de sus ojos
no tienen precio.


EL NACIMIENTO DEL SEÑOR

Luis Rosales

Inmaculada tú, Virgen María,
cándido huerto, celestial princesa
mirada por la luz de la promesa,
morena por el sol de la alegría.

¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa
junta tus manos en el alma fría?

¿Qué viento turba el monte y le conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar antiguo y bueno;

la Virgen, a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada,
canta al Señor que llora sobre el heno.


LA ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS

EPIFANÍA

Jorge Guillén

Llegan al portal los Mayores,
Melchor, Gaspar y Baltasar.
Se inclinan con sus esplendores
y al Niño adoran sin cantar.

Dios no es rey ni parece rey,
Dios no es suntuoso ni rico.
Dios lleva en sí la humana grey
Y todo su inmenso acerico. <1>

El cielo estrellado gravita
sobre Belén, y ese portal
a todos los hombres da cita
por invitación fraternal.

Dios está de nueva manera,
y viene a la familia de obrero,
Sindicato de la madera.
El humilde es el verdadero.

Junto al borrico, junto al buey,
la criatura desvalida
dice en silencio: No soy rey,
soy camino, verdad y vida.


LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS

Félix Lope de Vega

Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya;
porque donde el Sol está
no tienen luz las estrellas.

No busquéis la estrella ahora;
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.

Y no hallaréis luz en ellas.
El Niño os alumbra ya.
Porque donde el Sol está
no tienen luz las estrellas.


BELÉN

Jorge Guillén

            I
Se oye un rumor de manantial.
Dice: ven.
Acude un pastor a un portal.
Es Belén.

           II

Melchor Primero, Baltasar Primero,
Gaspar Primero son los reyes únicos,
Más reales que todo otro monarca.
En su guía convierten a una estrella,
Se postran ante lo desconocido,
Ya con fe en la gran Equis del futuro,
Varones de esperanza.
Vamos, vamos.

            III

Aquellos reyes de paz
¿Qué dieron a tu niñez?
¿Qué pesaba en tu balanza?
– La esperanza.

LOS TRES REYES MAGOS

Rubén Darío

– Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.
Vengo a decir: La vida es pura y bella.
Existe Dios. El amor es inmenso.
¡Todo lo sé por la divina estrella!

– Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.
Existe Dios. Él es la luz del día.
La blanca flor tiene sus pies en lodo.
¡Y en el placer hay la melancolía!

– Yo soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro
que existe Dios. Él es el grande y fuerte.
Todo lo sé por el lucero puro
que brilla en la diadema de la Muerte.

– Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos.
Triunfa el amor, y a su fiesta os convida.
Cristo resurge, hace la luz del caos
y tiene la corona de la vida.


LA ADORACIÓN DE LOS TRES REYES DE ORIENTE

Ramón María del Valle-Inclán

Y aquellos tres Reyes, que llegaban de Oriente en sus camellos blancos, volvieron a inclinar las frentes coronadas, y arrastrando sus mantos de púrpura y cruzadas las manos sobre el pecho, penetraron en el establo. Sus sandalias bordadas de oro producían un armonioso rumor. El Niño que dormía en el pesebre sobre rubia paja de centeno sonrió en sueños. A su lado hallábase la Madre, que lo contemplaba de rodillas con las manos juntas. Un ángel tenía sobre la cuna sus alas de luz, y las pestañas del Niño temblaban como mariposas rubias, y los tres Reyes se postraron para adorarle, y luego besaron los pies del Niño. Para que no se despertase, con las manos apartaban las luengas barbas que eran graves y solemnes como oraciones. Después se levantaron, y volviéndose a sus camellos le trajeron sus dones: oro, incienso y mirra.


Después se levantaron para irse, porque ya rayaba el alba. Se tornaban a sus tierras, cuando fueron advertidos por el cántico lejanode una vieja y una niña. Y era éste el cantar remoto de las voces:


          Camiña de Santos Reyes

          por camiños desviados,

          que por los camiños reaes

          Herodes mandou soldados.

CUENTO DE NAVIDAD

Rubén Darío

Y sucedió que -tal como en los días del cruel Herodes- los tres coronados magos, guiados por la estrella divina, llegaron a un pesebre, en donde, como lo pintan los pintores, estaba la reina María, el santo señor José y el Dios recién nacido. Y cerca, la mula y el buey, que entibian con el calor sano de su aliento el aire frío de la noche. Baltasar, postrado, descorrió junto al niño un saco de perlas y de piedras preciosas y de polvo de oro; Gaspar en jarras doradas ofreció los más raros ungüentos; Melchor hizo su ofrenda de incienso, de marfiles y de diamantes…

Entonces, desde el fondo de su corazón, Longinos, el buen hermano Longinos, dijo al niño que sonreía:

– Señor, soy un pobre siervo tuyo que en su convento te sirve como puede. ¿Qué te voy a ofrecer yo, triste de mí? ¿Qué riquezas tengo, qué perfumes, qué perlas y qué diamantes? Toma, Señor, mis lágrimas y mis oraciones, que es todo lo que puedo ofrendarte.

Y he aquí que los reyes de Oriente vieron brotar de los labios de Longinos las rosas de sus oraciones, cuyo olor superaba a todos los ungüentos y resinas; y caer de sus ojos copiosísimas lágrimas que se convertían en los más radiosos diamantes por obra de la superior magia del amor y de la fe; todo esto en tanto se oía el eco de un coro de pastores en la tierra y la melodía de un coro de ángeles sobre el techo del pesebre.


EL BELÉN

ÁRBOL LUMINOSO

Roberto Meza

Árbol luminoso
de la Navidad,
tu cimera verde
nos dé claridad
y alegría y triunfo
en la tempestad:
Árbol luminoso
de la Navidad.
Eres, árbol claro,
un amanecer:
tu sombra es la fuente
que apaga la sed
y nos hace buenos
hasta sin querer:
Eres, árbol claro,
un amanecer.
Por ti es bello el mundo
y dulce el vivir,
árbol inefable
que no tiene fin,
alta y luminosa
torre de marfil:
Por ti es bello el mundo
y dulce el vivir.
Nació en un pesebre
el Dios del amor,
hombre, por nosotros
conoció el dolor,
y alumbró la vida
con su resplandor:
Nació en un pesebre
el Dios del Amor.
Desde ti sonríe
el Niño de Luz,
besa nuestras almas
su mirada azul
y nos hace puros
amando, Jesús:
Desde ti sonríe
el Niño de Luz.

IN MEMORIAM

José María Pemán

La Navidad sin ti, pero contigo.
Como el volver a ser
cuando empieza a nacer
verde de vida y de memoria, el trigo.

Porque tú no estás lejos.
No sé si es que te veo o que te escucho.
Me iluminan, me templan tus reflejos.
Voy hacia ti… No puedo tardar mucho.

Pagando estrellas por salario
te escondes en las barbas torrenciales de Dios.
Recuerdo el ritmo lento de tu horario.
Humilde en la infinita paciencia del rosario:
y en la fe penetrante de tu voz.

Y el belén de su Amor,
como tú lo ponías.
Tú, la niña mayor,
la flor más pura de las flores mías.

Como es la luz del río
y el canto es de la fuente:
este cariño ardiente
es todo tuyo, a fuerza de tan mío.

LA NAVIDAD PREFERIDA
(BELÉN MALAGUEÑO)

Vicente Aleixandre

Alguien te pregunta
-lo estoy escuchando-:
¿Qué Navidad amas?

Aves grandes vuelan
con picos oscuros,
con alas nevadas.

Navidad querida
junto a la ribera
de mi mar de Málaga.

Niño, sol y conchas.
Y un girar de espumas
en la arena plácida.

La verdad vivía.
Nadie diga nunca:
la verdad se engaña.

La niñez sabía
con sabiduría
de cabeza blanca.

¡Oh, montañas puras
de corcho! y ¡oh, estrellas
de papel de plata!

La mano del niño
sapiente, un instante
del vidrio hacía agua.

Y mágicamente
descorría nubes
de algodón en rama.

Mano gigantesca
que en el «Nacimiento»
sin temblar tocaba,
transformaba, hacía,
construía; un día
fuerte derribaba.

El niño salía
después a la mar.
Desnudo, rodaba.


AÑO NUEVO

ORACIÓN DEL AÑO NUEVO

José María Pemán

Señor: para estos días
de Año Nuevo te pido
antes que la alegría,
antes que el gozo claro y encendido,
antes que la azucena
y que las rosas,
una curiosidad ancha y serena,
un asombro pueril frente a las
cosas…

Quiero que ante el afán de
mi mirada,
enamorada y pura,
todo tenga un misterio de
alborada
que me deslumbre a fuerza
de blancura.

Quiero ser el espejo con que
el río
convierte en gozo nuevo la
ribera:
quiero asombrarme del estío
y enamorarme de la primavera.

Señor y Padre mío:
dame el frescor de esta pradera llana,
riégame del rocío
de tu mejor mañana.

Hazme nuevo, Señor,
y ante el cielo, y los campos, y la flor,
haz que mi asombro desvelado diga:

Señor: ésta es la rosa, ésta es la
espiga…
¡y esto que llevo dentro es el amor!


[1]Antología realizada por CVX para JESUITAS FAMILIA.